Las personas que defendemos los derechos de los demás animales debemos prestar mucha atención a las palabras que utilizamos, pues podemos perjudicarles con ellas. «Naturaleza», que se escribe physis en griego y natura en latín, es una de esas palabras perjudiciales. De ella se deriva «natural», que es todo aquello producido por la naturaleza, y que es una palabra que también les perjudica. Éste es un tema más complejo de lo que en un principio parece, pero voy a explicar brevemente por qué deberíamos dejar de utilizar estas dos palabras.
Las personas que defendemos los derechos de los demás animales debemos prestar mucha atención a las palabras que utilizamos, pues podemos perjudicarles con ellas. «Naturaleza», que se escribe physis en griego y natura en latín, es una de esas palabras perjudiciales. De ella se deriva «natural», que es todo aquello producido por la naturaleza, y que es una palabra que también les perjudica. Éste es un tema más complejo de lo que en un principio parece, pero voy a explicar brevemente por qué deberíamos dejar de utilizar estas dos palabras.
Como sabemos, vivimos en sociedades antropocentristas, es decir, en sociedades en las que se da prioridad a los intereses de los seres humanos sobre todo lo demás. Existen numerosos ejemplos en los que intereses básicos de quienes no son humanos, como seguir viviendo y no sufrir, son pisoteados por humanos como medio para satisfacer intereses secundarios de estos, como son la estética, el ocio o un sabor. Según el imaginario antropocentrista colectivo, a un lado están los respetables seres humanos y frente a ellos se encuentra «el saco de la naturaleza» que contiene todo tipo de cosas utilizables: plantas, minerales, animales no humanos, bacterias, ríos, etc. Si estás dentro de este saco estás realmente jodido. El antropocentrismo, que es una idea de origen religioso, crea automáticamente el dualismo humanos-naturaleza, que a veces aparece en conversaciones animalistas y ecologistas.
El dualismo humanos-naturaleza representa el enfrentamiento de los humanos contra todo lo demás, de ahí que existan expresiones como «el ‘hombre’ contra la naturaleza», que vendría a ser la lucha de la especie humana por su supervivencia, la lucha de «lo divino» contra lo terrenal, lo «sobrenatural» contra lo natural, el bien contra el mal. Supongo que de ahí viene la idea taurina de que el torero lucha contra el peligro y la muerte, pues consideran que el toro simboliza el mal, lo irracional, la violencia y la muerte; violencia que paradójicamente ellos inician contra el toro y que acaba con su vida. Afortunadamente, esta idea cavernícola sobre qué es la «naturaleza» ha cambiado en nuestra sociedad gracias a dos ideologías nacidas en el siglo XX, y que están relacionadas entre sí.
El «ecologismo»(1) y las variopintas creencias de La Nueva Era, New Age en inglés, dañaron al antropocentrismo al añadirle contradicciones que incorporó la sociedad en su argumentario. El «ecologismo» difundió la idea de que la «naturaleza» es algo bueno que debe ser protegido porque ello beneficia a la especie humana; a veces alertando del apocalíptico peligro que supone no respetarla: ¡si se extinguen las abejas será el fin del mundo!, dicen los «ecologistas», sin tener en cuenta que la vida comenzó en los océanos, antes de que existieran abejas y otros insectos voladores. Las abejas deben protegerse, sí, pero no porque eso beneficie a los humanos, sino por el propio bien de las abejas. Por otro lado, las creencias de la Nueva Era han convertido la «naturaleza» en la idea del bien, un bien que está por todos lados y que nos une a todos los seres mediante una divinidad o una diosa (Pachamama, Gaia, etc.), la cual no duda en condenar con catástrofes naturales al malvado ser humano que no la respeta. Gracias al «ecologismo» y a las creencias de la Nueva Era, hoy es fácil escuchar expresiones como «respeto a la naturaleza». Aunque dichas ideologías han aumentado la sensibilidad hacia el medio ambiente, e indirectamente hacia los animales no humanos, también tienen como base el antropocentrismo. El «ecologista» sigue considerando que los individuos de la especie humana ocupan una categoría éticamente especial respecto a quienes son de otras especies; y el creyente de la Nueva Era suele considerar que existe un «equilibrio en la naturaleza» gracias a unas «normas naturales» que los humanos deben respetar para poder integrarse en ese equilibrio: deben actuar de acuerdo a su «naturaleza humana». Según esto, cada animal debe actuar de acuerdo a la «naturaleza» de su especie: los lobos pueden comer ovejas, pero no deben cazar niños, los humanos pueden cazar no humanos pero no deben cazar a otros humanos, etc. «Ecologismo» y Nueva Era comparten «el respeto a la naturaleza». De esta manera sigue el dualismo humanos-naturaleza, sigue el antropocentrismo, solo que es más sutil.
Lo que quiero transmitir a otros defensores de los animales es la necesidad de superar definitivamente el antropocentrismo y su dualismo humanos-naturaleza, pues indirectamente perjudica a quienes no son humanos. No pretendo conseguirlo mediante el convencimiento, sino mediante la constatación de que dicha dualidad no existe.
Podemos empezar preguntándonos ¿existe naturaleza en la Luna? ¿qué condición debería cumplirse para responder afirmativamente a la anterior pregunta?… Dejemos de leer y reflexionemos. ¿Ya?… bien. La respuesta puede ser sí o no. Si creemos que la condición que debe cumplirse en la Luna para que en ella exista naturaleza es que existan seres vivos entonces la respuesta será que en la Luna no hay naturaleza. En tal caso ¿qué sentido tiene usar «naturaleza» como sinónimo de «ser vivo»? ninguno, y los humanos también serían naturaleza, pues son seres vivos, por lo tanto el dualismo humanos-naturaleza no tendría sentido. En cambio, si creemos que la condición para hablar de naturaleza es que exista materia sobre la que ocurren fenómenos físicos entonces la respuesta será que en la Luna sí hay naturaleza, y en tal caso todo el universo sería naturaleza, incluido el ser humano. Decir «vamos a la naturaleza» es equivalente a decir «vamos a otro sitio». Pero como vimos, el antropocentrismo considera que el ser humano no es parte de la naturaleza ¿por qué? porque, como dijimos, el antropocentrismo tiene un origen religioso según el cual la conciencia humana no es un fenómeno natural como el resto de cosas existentes, sino un fenómeno «sobrenatural», creado por un dios a su imagen y semejanza, un fenómeno al que los religiosos llaman: «alma» o «espíritu», dotado de libre albedrío, de libertad.
Yo soy una conciencia, y puedo deducir que los demás humanos también tienen una. La conciencia no es un fenómeno «no natural» o «sobrenatural» como creen algunos, sino que es un fenómeno natural que emerge de la materia(2), concretamente de un cerebro. Lo «no natural» o «sobrenatural» no existe, pues si existiera entonces, por definición, ese algo sería natural. Además, los seres humanos no son los únicos seres que tienen una conciencia. La conciencia en animales no humanos fue reconocida públicamente el 7 de julio de 2012 por neurocientíficos del más alto nivel mediante la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia, firmada en presencia del archiconocido Stephen Hawking. La conciencia humana, y la no humana, crea cosas naturales a las que se llama «artificios», es decir, las cosas artificiales son un tipo de cosas naturales, pero hechas a conciencia. Un coche es 100% natural, pero es un artificio con unas determinadas características.
Todo lo existente es naturaleza y 100% natural, por lo tanto no tiene sentido seguir utilizando las palabras «naturaleza» y «natural», a menos que se sea antropocentrista y/o se afirme la existencia de lo no existente (irracionalidad). Quienes somos sensocentristas(3) y racionales (por coherencia practicamos el veganismo) debemos dejar de utilizar dichas palabras por el bien de quienes no son humanos.
NOTAS
(1) El ecologismo (puro) es la puesta en práctica del ecocentrismo, el cual es la idea que da prioridad a las especies y a los ecosistemas sobre los individuos concretos. Lo que hoy conocemos por «ecologismo» no es un ecologismo puro, pues no está basado en el ecocentrismo, sino en el antropocentrismo, pues primero antepone al ser humano, luego las especies y los ecosistemas y por último los individuos concretos de especies no humanas. Un ejemplo de ecologista real es el finlandés Petti Linkola.
(2) El hecho de que la conciencia sea un fenómeno natural no convierte a los humanos y otros animales en robots biológicos atados a un destino, sin libre alberío o libertad para poder elegir. De la misma manera que el libre albedrío es un supuesto que no se puede demostrar, tampoco se puede demostrar el determinismo, pues en ambos casos es necesario conocer el futuro para saber qué va a ocurrir, lo cual es imposible. Si alguien nos viene con que el libre albedrío no existe podemos ignorarle y decirle que «ignorarle es el destino».
(3) “El sensocentrismo es la razón que nos lleva a practicar el veganismo”, David Díaz, sep 2014. Link: http://www.tvanimalista.com/es/2014/09/29/el-sensocentrisme-es-la-rao-que-ens-porta-a-practicar-el-veganisme/
Fuente:
http://www.tvanimalista.com/